lunes, 26 de septiembre de 2016

Una vuelta por la entrañable calesita de Don José

A LOS 82 AÑOS, JOSÉ DE LEÓN, DON JOSÉ PARA TODOS AQUELLOS QUE ALGUNA VEZ SUBIERON A SU CALESITA, ES UN SÍMBOLO DEL BARRIO DE MONTE CASTRO Y CUENTA SU HISTORIA




La calesita de José De León es uno de esos lugares arraigados en el barrio de Monte Castro, y que forman parte de su identidad. Con el pasar de los años, Don José, como lo conocen todos los vecinos, ha visto pasar por su calesita a niños que hoy en día ya son abuelos.
Se la puede encontrar al final de la Galería Jonte, más precisamente en la intersección de la avenida Alvarez Jonte con Benito Juárez y Allende, desde hace 49 años si se cuentan los anteriores dueños. De León la adquirió en 1974, siempre acompañado por su mujer, Nilda Gómez.
Al abrir la puerta corrediza violeta, siempre encontraremos a Don José en la tarea que más disfruta, trabajar con los niños, a quienes siempre les entrega la ya clásica sortija. Para resaltar el amor que los chicos sienten por él, basta ver como corren a su encuentro al llegar al lugar para saludarlo. Mientras observa a los niños en la calesita accede a describir lo que es su lugar en el mundo.
-¿Cómo surgió la idea de instalar una calesita?
-Yo iba caminando por una plaza con mi hijo, allí lo lleve a una calesita y de pronto me gustó la idea de poner una calesita, pasaron los años y luego se me dio la oportunidad y aquí estoy. A la calesita la fui armando de a poquito, la compré sin piso y después fui mandando a hacer los caballitos, luego la pista, que es una planchuela. Los jueguitos son a medida, por pedido, todos están pintados por mi hija y por mí.
-¿A lo largo de los años han variado las atracciones del lugar?
-Sí, cuando yo vine había una calesita muy antigua, suspendida, no era como ésta que es plataforma, con una rueda que gira. Con el correr de los años fui creciendo hasta que la cambié por ésta que tengo ahora; son juegos de hace muchos años. Luego adquirimos el laberinto, el metegol, el tejo, la pista de motos, un castillo inflable y todas esas cosas hasta llegar a lo que tenemos en la actualidad.
Ya el dueño de la calesita anterior hacía siete años que estaba; antes que él hubo otro que estuvo dos años, por eso hace 49 años que hay calesita en el patio de la galería. En una época tenía videojuegos, pero con el tiempo los saqué porque siempre tenía problemas para repararlos y decidí deshacerme de ellos. En su reemplazo se pusieron otras cosas; por ejemplo, se agrandó el pelotero. En su momento hubo una máquina de peluches. También tenemos el quiosco y otras comodidades, como la máquina de café.
Aparte de todo lo que te conté se hizo el techo, que al principio era de lona y con el tiempo lo fui mejorando hasta que puse el policarbonato. Las paredes (con dibujos de diversas caricaturas, en su mayoría de los Tiny Toons) fueron pintadas por mi hija. En la entrada del local tenemos a un loro de peluche, pero ya no es para jugar, sino para que repita las palabras que le dicen y entregue una sorpresa.
-¿A qué se dedicaba usted anteriormente?
-Era marinero, viajaba; estuve por Europa y por todas partes del mundo. En un momento dado me cansé de esa vida, aún era soltero todavía y decidí quedarme en tierra firme… Y bueno, aquí estoy.
-La calesita es, sin dudas, el símbolo del lugar. ¿Es también la atracción más elegida?
-La calesita es todo; si no anda, por más que tengas veinte juegos, no sirve. Es la atracción del parque, después se distribuye entre el resto de los juegos. Después, lo que más gusta es el laberinto, las motos y el castillo. Luego los juegos mecánicos, que son antiguos, pero igual los usan.
-A lo largo de estos 42 años deben existir casos de distintas generaciones que han pasado por su calesita. ¿Qué le genera eso?
-Sí, ya viene la tercera generación, eso me genera mucha emoción, mucha alegría, porque me gusta trabajar con los chicos.
-Es de imaginar que debe de tener infinidad de anécdotas en el transcurso del tiempo. ¿Recuerda alguna en particular?
-En vísperas de una Navidad, vienen unas señoras con dos chicos y me dicen: “Mire, le pago media hora de laberinto y nosotras vamos a realizar las compras por Jonte”. Pasaron dos horas y media y no aparecían, yo estaba por bajar la persiana y aparecieron corriendo las dos mamás, desesperadas, llorando, y les pregunte qué pasó. Me contestaron: “Si te cuento no lo vas a creer, nos entusiasmamos haciendo las compras y fuimos a parar hasta Villa del Parque, y cuando llegamos a casa nos acordamos de que dejamos a los chicos”. Una cosa de no creer, yo ya estaba por hacer la denuncia en la comisaria.
-Actualmente está instalado que los chicos se entretienen con la computadora y otras herramientas electrónicas. En este contexto, ¿ha menguado la cantidad de niños?
-En ese sentido no me puedo quejar, siempre he tenido público y trabajo. Hubo épocas malas, como el 2001 y 2002, pero dentro de todo fuimos peleándola. El tema de la computadora ocurre con chicos más grandes, de 6 años en adelante. Antes venían a la calesita, pero ahora a esa edad igual se enganchan con la pista de motos, el tejo y el metegol.
-¿Cuál es el horario de la calesita?
-Mi horario es todo el año abierto, de domingo a domingo, no cierro nunca, salvo algún caso muy especial por enfermedad o mal tiempo; si no, vengo siempre, hasta en los días festivos.
-¿Jamás se cansa de este ritmo?
-No, porque me gusta mucho lo que hago, esto es mi vida.
Por Alejandro Severini



El muro donde Don José atesora los distintos reconocimientos que le brinda la comunidad 

El loro de la entrada que repite las palabras; un clásico del lugar


miércoles, 14 de septiembre de 2016

“La Papelera”, un icono barrial que perdura en el tiempo

DESDE 1938, SIEMPRE EN EL BARRIO DE VÉLEZ SARSFIELD, EL CLUB SOCIAL Y DEPORTIVO CERVANTES LA PAPELERA ESPAÑOLA ENCIERRA ENTRE SUS PAREDES INFINIDAD DE HISTORIAS QUE FORMAN PARTE DE LA IDENTIDAD DE LA ZONA



Un verdadero símbolo que ofrece una resistencia a esta época posmoderna en la que domina el individualismo y el aspecto social queda cada vez más relegado es el Club Cervantes. También conocido como “La Papelera” por aquellos que ostentan los números más bajos en su carnet, ya que el club se erige sobre lo que antaño fue un depósito de papeles. El lugar de convergencia es en la calle General Cesar Díaz 5131, en su intersección con Cervantes.
La institución se fundó en el año 1938, en un terreno situado justo enfrente de la ubicación actual; el frente del club estaba construido por postes de madera. Posteriormente, en 1945, se conformó la primera Comisión Directiva con el nombre que perdura hasta estos días. Nueve años después le otorgaron la personería jurídica mediante un decreto presidencial, que firmó el mismísimo Juan Domingo Perón.
En el año 1963, bajó la presidencia de Benigno Gerbolés, lograron comprar el predio, recaudando fondos por intermedio de la rifa de un automóvil, razón por la cual la entidad cuenta con terreno propio.
A lo largo de los años, en el club se desarrollaron diversas actividades, como sipalki, yoga, tai chi chuan, patín artístico, bochas y básquet. En la actualidad se practica taekwondo, boxeo, zumba y fútbol infantil (con participación en el campeonato de la liga C.A.F.I)
Su presidente actual, desde 1984, es Serafín Fernández. Sentado a la mesa dentro del buffet, la máxima autoridad del club demuestra entusiasmo al momento en el que se lo invita a realizar un repaso sobre los orígenes, las anécdotas y la actualidad de la institución.
Para contextualizar los lazos que lo unen al club, debe mencionarse que en el momento de su nacimiento, en 1951, sus abuelos estaban a cargo del buffet; luego asumiría ese rol su padre. Fernández fue intendente hasta que en 1984 asumió la presidencia del club, cargo que desempeña hasta la actualidad. En el momento de su asunción, el club se encontraba clausurado desde 1981, debido a problemas edilicios y una mala administración de la anterior gestión, según señala el mismo Fernández. Como levantar la clausura y reactivar a la institución fue un arduo trabajo, al escudo tradicional del club rojo, azul y blanco decidió agregarle un ave fénix como símbolo de resurgimiento.
Se denota en su semblante los gratos recuerdos, sobre todo cuando rememora las personalidades destacadas que pasaron por el club: “Acá se armaban veladas de boxeo, en las que se destacaban Armando Sosa junto con Jacinto y Amado Salomón. Además se le realizó un homenaje a Horacio Acavallo cuando regreso de Japón (luego de consagrarse campeón mundial ante Katsuyoshi Takayama) y también nos visitó Goyo Peralta. Varias veces realizó su espectáculo aquí la troupe de Titanes en el Ring”.
Antes de continuar con su relato, remarca que donde se ubica hoy día el buffet se encontraba un escenario, por el cual pasaron los cantores Julio Sosa (quien convocó a 5000 personas) y Alberto Castillo; además de las orquestas de Juan D’Arienzo y Osvaldo Pugliese. Fernández remarca con especial énfasis: “Ernesto Baffa aprendió a tocar el bandoneón acá en el club, con un casero, que además era vendedor ambulante, llamado Guarino, quien disfrutaba de hacer música con un mate”, recuerda.
En cuanto al ámbito futbolístico, Ernesto “El Rey Petiso” Gutiérrez, uno de los más reconocidos centrojás tanto en Racing como en la selección argentina, era habitué del lugar ya que vivía enfrente del club. Por su escuela de fútbol pasaron jugadores como Christian Bassedas, Sebastián “El Gallego” Méndez y Mariano De la Fuente, ex Defensa y Justicia.
Aunque el presidente no es el único que añora esos tiempos, ya que Juan Carlos Di Serio, integrante de la comisión directiva, cuenta que en el club conoció a su mujer, Nora, cuando ella tenía 13 años, en una obra de teatro donde ella actuaba y él era el encargado de realizar la escenografía. Siendo un niño estuvo presente aquella noche en la que Julio Sosa desplegó su repertorio; al retrotraerse a ese día rememora: “Había tanta gente que casi se caían de la terraza”. Di Serio estaba con su bicicleta y recuerda, con un cierto dejo de nostalgia, que Sosa se le acercó y con una sonrisa le dijo: “¡Fah… qué máquina!”.
Estas historias no hacen más que plasmar la importancia que tenían los clubes antaño, ya que allí se formaron numerosas parejas y se forjaron amistades y familias tanto por los valores del deporte como en los bailes, como los muy ponderados corsos, y actividades sociales. Hoy en día, tanto el Club Cervantes como tantos otros continúan siendo importantes ya que mantienen alejados a los jóvenes de la calles y a su vez se fomenta la cooperación y el trabajo de equipo. Por esta razón, Fernández concluye la charla con una frase que acuñaba el comisario inspector de la zona: “El club es una burbuja”, en la que no entran el alcohol, las drogas ni el juego.
Por Alejandro Severini

“El SAME va a tener sus propios médicos y el servicio va a mejorar un 100 por ciento”

SONIA AUBAIN, RADIOPERADORA CON 30 AÑOS DE EXPERIENCIA DENTRO DEL GOBIERNO DE LA CIUDAD Y SIETE EN EL SAME, REPASA EL FUNCIONAMIENTO, LAS VIRTUDES Y VICISITUDES DEL ORGANISMO



Sonia en su lugar de trabajo, alli recibe las llamadas que la gente realiza al SAME


Sonia Aubain, actual radioperadora en el SAME luego de cinco años de ser coordinadora, es una persona simpática y serena pero cuando habla de su trabajo, su semblante cambia y demuestra su vocación docente por la precisión y contundencia de sus explicaciones.
-¿Cómo llegó a trabajar en el SAME?
-Trabajé 20 años en el Instituto de Rehabilitación Psicofísica, estuve a cargo en la parte de turnos y facturación; me desempeñé en el área jurídica del Ministerio de Salud y luego volví al hospital en la Junta de Certificados de Discapacidad. Por toda esa experiencia llegué aquí.
-¿Fue el atentado a la AMIA un punto de quiebre que provocó cambios radicales en el sistema?
-Sí, ya que no existía articulación entre bomberos, policía y SAME. Nadie organizaba el rescate, quedaban personas debajo de los escombros que eran pisadas por los colaboradores que se acercaban al lugar. El doctor Crescenti decidió crear niveles de coordinaciones; el primer nivel es bomberos y Defensa Civil, el segundo es la policía y el tercero es el SAME.
Ahora el primer nivel saca al paciente del lugar y lo lleva a un área segura donde está el SAME; esto es lo ideal, ya que de esta manera cada uno sabe qué función le corresponde.
-¿Qué tarea desempeñaba como coordinadora administrativa?
-Realizaba el seguimiento; si bien existe un registro de los radioperadores de los auxilios que pasan, los médicos llenan otro formulario; eso se manda al SAME y allí controlamos qué es lo que sucede con cada paciente. Ahora, como radioperadora, atiendo el teléfono, estoy en la mesa de traslados y también voy al hospital. No tengo una sola función, eso está bueno.
-¿Por qué decidió cambiar su función?
-Porque quería dar clases; si bien el SAME me encanta porque es un lugar maravilloso para trabajar, donde hay colaboración entre los compañeros, a mí me gusta la docencia. Yo soy docente en las Tecnicaturas de Salud, Farmacia Hospitalaria y de Análisis Clínicos. También soy profesora en el Instituto Superior de la Carrera, pero se me superponían los horarios y ya no podía con ese ritmo. Aunque el SAME no es desgastante, tiene mucha capacitación y por eso no te estresás, ya que sabés llevar la comunicación y qué preguntar exactamente.
-¿Considera que hay falencias dentro del sistema?
-La falencia está en la guardia de los hospitales por la falta de médicos ante tanta demanda, ya que muchas veces deben salir en los traslados. Pero este año se informó que se realizará un concurso para incorporar 315 médicos especializados en emergencia, así el SAME va a tener sus propios médicos y el servicio va a mejorar un ciento por ciento.
Otro problema es que si se llama al 107 desde un celular, en cualquier punto del país, se comunica con el SAME de Capital; lo que se debe hacer es llamar al 911. Se podría reparar con la ubicación del celular, ya que la única forma de comunicarse con el SAME del lugar es desde un teléfono de línea o un público.
-¿Cómo se desarrolla el proceso denominado “hora cero”?
-La hora cero comienza desde la atención de la llamada telefónica en la central, ubicada en Parque Patricios. Dentro del recinto hay diferentes funciones; los radioperadores reciben la llamada, luego envían a cada hospital el mensaje, los operadores del hospital deciden cuál es la prioridad y colaboran con los médicos y choferes. Luego viene la articulación con los comandos, que son las fuerzas públicas. Posteriormente entra el sistema de traslados basado en la interrelación entre los hospitales para trasladar a los pacientes a realizarse estudios. También existe una coordinación médica para los casos graves.
Existen otros mecanismos alternativos,  no sólo la ambulancia; por ejemplo, el DEES (Dispositivo Eventos Especiales) trabaja sobre los desastres y hace relevamientos de las personas para saber a qué hospital derivarlas. Esto se creó a partir de Cromagnon. Actualmente va una ambulancia más grande para cumplir con esta finalidad y se cuenta con un soporte de psiquiatras y psicólogos para las víctimas.
-¿Existen categorías según el tipo de llamado que reciben?
-Las categorizaciones o Triage se dividen en códigos rojos, verdes y amarillos; hay gente que llama por una tos y no puede ir al hospital: eso es un código verde, el amarillo puede ser un caso de presión alta. El código prioritario es el rojo y la ambulancia debe llegar en diez minutos, aunque en todos los casos siempre acude al lugar.
-Según la OMS, entre las principales problemáticas están los estados de depresión. ¿Aquí pasa lo mismo?
-Sí, hay muchos casos de problemas psiquiátricos, ahora se ven cuadros de angustia y ataques de pánico. Para eso contamos con  el servicio SAME Psiquiátrico, articulado con el Hospital Alvear.
-Un tema que está en boga son las agresiones que sufre el personal de la salud. ¿Esta problemática también afecta al SAME?
-En general es constante, hay hospitales puntuales, como el Ramos Mejía y el Piñero, que están totalmente expuestos, conocen dónde están los médicos y los choferes, vienen con cierta tensión porque son hospitales con mucha demanda y a veces están tres horas esperando y se enojan por la demora, no por la atención. Allí se arman unos líos bárbaros, por eso se pide que haya policías dentro de los hospitales; en algunos hay servicio de seguridad pero no es lo mismo.
El alejamiento de la policía conspira contra el hospital. Hay muchas agresiones a los enfermeros y casos de robos a la gente que está esperando ser atendida. El médico no puede controlar eso y entonces es tierra de nadie.
El Santojanni, por ejemplo, tiene problemas cuando acuden heridos desde la cancha, ya que no se puede atender a todos al mismo tiempo y ahí empiezan a patear las puertas y a enojarse con el personal.
Por Alejandro Severini