Nota de opinión
Por Alejandro Severini
Como un ave fénix, Juan Martín Del Potro consiguió resurgir
en su vuelta al circuito, en lo que significa un gran año en su carrera, no en
cuanto a títulos sino por demostrar cuan equivocados estaban todos aquellos que
tras su lesión en la muñeca izquierda y su posterior recuperación, lo
consideraban un ex jugador.
No es casualidad que en su regreso, sin duda alguna,
triunfal; haya conseguido derrotar a varios top ten como Nadal, Djokovic y Andy
Murray. Pero un detalle de interés es
que sus logros más notables desde su reinserción los haya conseguido
representando a la Argentina, tanto en la Copa Davis como en los Juegos
Olímpicos, cuando en el pasado no eran pocos quienes cuestionaban su compromiso
nacional.
Por si lo dicho no es suficiente, Del Potro volvió a mostrar
su clase y se consagró campeón en el ATP 250 de Estocolmo y además, se ubicó
nuevamente como el mejor argentino del ranking. Algo que era previsible y
además lógico de acuerdo a la categoría de jugador que él es.
Si en el balance se puede decir que para el tandilense fue
un gran año, si logra adjudicarse la final de la Copa Davis con una buena
actuación personal, sumado a la medalla de plata olímpica conseguida en Río,
podríamos inferir que sería el mejor año de su carrera hasta el momento; no por
cantidad de títulos sino por contagiar a todos los espectadores con su
sacrificio, deleitar a los mismos con su juego y por qué no, con el
histrionismo con el que realiza sus reclamos a los umpires. En el balance, su año fue exitoso, algo que para muchos era inesperado.
Así como resurgió el Ave Fénix, Del Potro debe continuar triunfante y con
vuelo propio.
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